lunes, 28 de abril de 2008

Eres tú amor... (comentario)


No soy un admirador ciego, no me ofusca ninguna reverencia. Para mí, Eres tú amor... es una composición muy mediocre, prosaica, un pensamiento vulgar triturado en versos. Creo que Andrés no brilla en el tema amoroso, le cuesta transmitir la originalidad de su sentimiento. Ni siquiera en un poema de despecho, como el presente, levanta la cabeza una pulsión auténtica de ira, de odio o de celos. Si acaso, lo más llamativo sea la imprecación al amor, que tanto puede ser entendida como una mención a la chica a quien pretendía, como una más general al concepto del amor, incluso con algún lejano viso del poderoso Eros griego, verdadera alimaña que justificaría la alusión a una guarida.

Una explicación al tono bajo del poema se puede encontrar en los hechos reales que lo sustentan. Ya hace muchos años que Chisum y él, en una de aquellas efímeras maniobras adolescentes, pretendieron a dos mozas de Castrojeriz. Recuerdo que una se llamaba Sonia, aunque no sé a quién de los dos atribuirla (pienso, además, que este detalle carece de mayor relevancia). El caso es que estaban aún en plena ceremonia de cortejo cuando Chisum decidió hacer a su pretendida un regalo antisistema. Era una zapatilla de mujer de invierno, de las de andar por casa, metida en una gran caja de embalaje y almohadillada con paja de cebada. La mala suerte hizo que a la hora de entregar el obsequio coincidiéramos por allí todos los demás, los de siempre. Y alguno (tal vez Jose o Carlos Javier) les arrebató la caja y la lanzó a lo alto. Ésta se abrió, y del estrellado cielo de Melgar cayeron sobre las chicas (las recuerdo bien cumplidas de afeites) la paja, los cartones de la caja y la zapatilla. Ellas, como es natural, se enfurecieron y la relación amorosa, que yo sepa, no prosperó más allá de este deplorable episodio.

Quiero decir con esto que el meollo sentimental no dio de sí para tanto pesar como sugiere el poema. Naturalmente (tantos poemas de amor no son más que un ejercicio de retórica) Andrés está en su derecho de componer sobre lo inventado, pero también es verdad que luego la letra adolece de esa falta de implicación afectiva. Es muy llamativo, por tanto, que Rastrilla descargue las culpas de este fracaso en la pobre muchacha, y le reproche el haber desaparecido sin dejar noticia. Por no hablar de reclamar más madurez a alguien a quien se acaba de llenar el pelo de pajas. Tampoco es muy elegante por su parte el amenazarle con escoger a otra de mejores características (eco automático, tal vez, de la célebre poesía dedicada a Chisum, al que Andrés pinta sosteniendo parecida amenaza: …encontraré a otra, / con más salero que usted).


Eso sí, y a pesar de algunos trazos de su leyenda, Andrés siempre enfocó el amor sin apelar al erotismo. Está claro que, como deja dicho con claridad y contundencia en su célebre ...busco a mi gran amor, siempre le ha dominado la ansiedad romántica, casi platónica, de hallar un complemento a su vida en una mujer que lo quiera. En esto, sobra decirlo, no ha sido muy original...

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