jueves, 1 de mayo de 2008

Así es Pedrosa del Príncipe

La venerable parresía, consustancial a la democracia ateniense, la libertad de palabra, es condición indispensable en cualquier manifestación artística, ¡cuánto más en la poesía! En este canto a Pedrosa hace Rastrilla algunas alusiones personales, y valoraciones entre localidades, tal vez no muy bien vistas por la corrección que se lleva (al modo hipócrita, bien es verdad) en estos tiempos. La alusión a Jesús o a Marcelino es benévola, hasta cariñosa; y lo mismo cabe decir de la hecha a Hinestrosa o Valbonilla. Estas dos pequeña localidades siempre han servido en Pedrosa para hacer, con un candor infantil, ventajosas comparaciones.

Por otra parte, apreciamos en este poema una constante que se hizo cada vez más intensa en la obra de Andrés, sus bruscos cambios de argumento y sus asociaciones ilógicas, que son las que rescatan sus composiciones de lo ramplón. Ejemplo de ello es la cláusula final "para resaltar este matiz", que vincula la admiración que despierta el regadío con la caza de la perdiz, estableciendo una relación explicativa ilógica o imposible. Algo de este uso deliberadamente inexacto del lenguaje tenemos en el sexto verso con el adverbio más, sin ningún fundamento léxico en la frase en que está inscrito. Lo mismo cabría decir de solecismos flagrantes como el que supone toda la estrofa que comienza en Sirva para destacar... Naturalmente está en la esencia de la poesía el poner al límite (e incluso desbordar con el arrebato de la idea o la imagen) la corrección gramatical.

Por otro lado, y para acabar, quienes somos de Pedrosa y cuentamos con algunos años, conocemos con precisión todas las menciones hechas a lugares y personas. Remache y Marcelino, con dos estilos muy diferentes de demostrarlo, abusaron del vino. Disfrutaron de la vida como supieron, y los recordamos con cariño y respeto. Del primero se me figura su breve estampa, clavada en el centro de la carretera, con la camisa desabrochada y algunos grados bajo cero, agitando la mano con solemnidad pontificia y clamando: ¡Paz en el camino! El cotorro quitapenas es la denominación castiza que recibe el recinto de las bodegas de Pedrosa y que contiene en su nombre tanta sabiduría epicúrea como no sería capaz de enseñarse en los jardines de la vieja Atenas. De las fuentes de la Corvilla y los Carrizos no queda otra cosa que su nombre. El progreso se ha llevado estas arcadias y muchas otras. Valbonilla, ya lo hemos dicho, es una pequeña población, escondida en un repliegue de los páramos, e Hinestrosa es el último pueblo que cruzamos al venir de Burgos. Todo este microcosmos nada dirá al foráneo, pero, en palabras de Rastrilla, para nosotros siempre fue otra cosa.


Así es Pedrosa del Príncipe (Andrés Rastrilla)

Cuando llegó el amanecer
de una buena mañana
entraron los rayos del sol por mi ventana
y me despertaron sin querer.

Se me ocurrió esta glosa
que se dirige más a ti, Pedrosa,
pues para mí tú eres tan grande en Castilla
que ni entre Hinestrosa y Valbonilla
te llegan a la suela de la zapatilla.

A ti te hago esta tonadilla.
Tu ermita para mí
es la más grande y más bonita
de las que hay por aquí.

Con tu regadío y tus aspersores
has hecho despertar en Pedrosa grandes clamores.
Para resaltar este matiz
digo que en Pedrosa y Castrojeriz
se caza mejor la perdiz
que en la provincia de Valladolid.

Tú, que con tus calles asfaltadas,
tu río y tu frontón,
das al pueblo una gran admiración.

Sirva para destacar
tu vino y tus bodegas
pues que se lo digan a Marcelino y a Remache
cuando bajan el cotorro quitapenas
y de vez en cuando pillan un bache.

Y para dar agua fresca
están tus manantiales.
Entre ellos está
la fuente La Corvilla y los Colmenares.

Si quiere saber alguna otra cosa
venga a visitar Pedrosa.
Yo me atrevo a decir,
que aunque no haya nacido aquí,
te quiero a ti Pedrosa
porque tú eres otra cosa.

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