miércoles, 21 de mayo de 2008

Morir hoy

Las amarguras existencialistas emergen en esta poesía de Rastrilla casi con furia, y con un acento mucho menos resignado del que hemos contemplado en otros poemas de similar inquietud temática. Su comienzo es impactante, pues acude a la sintaxis menos elaborada posible (un infinitivo y dos adverbios) para trasmitir ideas elementales con el mayor primitivismo (y fuerza). Un lenguaje atávico para un sentimiento atávico, el instinto de supervivencia sin ningún matiz ni religioso ni filosófico. Un grito casi animal.

Con todo, el arranque se ve desmentido poco después por la evidencia de nuestro ser perecedero, de donde surge la dolorosa síntesis vivo ahora / pero estoy muerto, pues la certidumbre de morir es casi lo mismo que la propia muerte, siendo la vida una especie de fantasmagórica tregua entre dos nadas. Con todo, esta reflexión filosófica se disipa según avanza el poema, que vuelve a un tenor más terrenal, volviendo a rechazar a la muerte (y, ¡cómo no! apostrofándola) con unas formas de desesperación ingenua.

Morir hoy (Andrés Rastrilla)
Morir hoy, ¡NO!
Mañana es cierto;
un dilema cada día,
palabras claves de un pensamiento.

Vivo ahora,
pero estoy muerto
y mi luz se apaga,
lenta y perdida.

Un tesón de mi mente
está aún despierto
y piensa en esto
con palabras de melancolía.

Mis palabras son sonoras,
hablan por sí mismas;
alguien cae día a día
alguien muere a todas horas.

¡Ya se visten de luto!
Es, además, un culto
religioso y adyacente.
Es en sí la muerte
lema de pensamientos duros.
Estaba mal,
se encontraba en apuros.
Dejó aquél
cien mil duros.
Pero tapole la tierra
con una inmensa niebla
y descubrió aquella persona
que es ya algo inerte.
Soy joven,
tengo estos pensamientos
oscuros y en versos.
¡No quiero perderte,
ni a ti ni a nadie!
¡No quiero conocerte,
vivo aún,
no quiero la muerte!

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