
Hasta donde yo sé, Rastrilla ya ha abandonado su actividad poética. Ahora, y salvo por algún requerimiento especial, como componer una poesía para un acontecimiento concreto o para ilustrar algún programa de fiestas, nuestro poeta no mantiene una actividad creativa comparable a la de hace veinte o veinticinco años, tiempo al que se remontan el grueso de las poesías reproducidas en este blog. No sabemos, por tanto, si su poesía tendría un recorrido largo y diverso, si alcanzaría una madurez creativa, o si ya había encontrado su techo y nunca saldría de los temas y formas que hemos tratado de analizar apresuradamente.
Ya hemos comentado la querencia de Rastrilla por temas que podríamos incluir en un existencialismo de amplia acepción. En este tema apostrofa a la muerte (¡No quiero conocerte!) de una manera bastante peculiar, pues describe esencialmente su vecindad con las personas que están a punto de morir, creando una vaga (y tenebrosa) presencia que recorre todo el poema. También se destaca su caracter azaroso (dentro del miserable plazo dado a los humanos como límite fatal), contemplando la arbitrariedad de la muerte como una subasta. Por lo demás, en lo negro de su vestimenta o lo sangriento de sus conontaciones (surtida de sangre), Rastrilla no hace más que insistir en la iconografía más tópica de la vieja e implacable Tánatos.
No quiero conocerte (Andrés Rastrilla)
Vestida con traje negro
entras dentro de una vida.
Silenciosa en tus pasos fieros
me has sacado por la puerta de salida.
No quería yo encontrarte
ni por aquí ni por allá,
ni en ninguna parte.
Vestida te veo día tras día
acabando con algún herido;
tú que llegas acaecida
quemando toda la alegría
siempre con un fuerte latido.
Silenciosa entrabas en la puerta
de aquel anciano
arrastrando por tu cuenta
todos sus años pasados.
Señalando tu huella
con un tinte rojo fuerte,
dejando siempre una mella
¡No quiero conocerte!
Sin querer, cada día,
y de cualquier manera,
apareces surtida de sangre
con alguna persona malherida
que ha perecido en la carretera.
Con armas, con sangre,
por fuego ardiente,
subastando entre la gente.
En rincones vacíos,
o corazones deshechos,
aparece descarriada
sin dejarnos más envíos
nos has dado fuerte pisada.
Con muchos dolores,
o sin ninguna palabra
por culpa de amores
o de una pena callada.
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