
Y es que hay un Rastrilla existencialista que surge de improviso, en cualquier verso de cualquier poema, y lo hace de manera abrupta, y tal cual llega se va. No merece la angustia moderna un epigrafe sistemático en su poesía, ni se adivina como escena en la que discurre el drama de la vida humana, sino que fulgura alguna vez, dejando el eco de su estrépito.
El Corazón (Andrés Rastrilla)
Siento en mi cuerpo,
esa joya que es un tesoro
que está al lado del tiempo
y vale más que el oro.
Cuando esto se detenga,
ya sin más remisión,
hará que se contenga,
también la respiración.
En mi cuerpo siento latidos,
de esta máquina de acción,
como unos fuertes gemidos
que da un niño llorón.
Cuando esto deje de funcionar,
dará paso a la calma
y dejará ya empezar
a lo que viene detrás
que no se siente el cras
pero es el alma.
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