jueves, 8 de mayo de 2008

Amanecer


Estamos ante una de las poesías míticas de Andrés, de las recitadas con mayor profusión en "El lustro de oro". El grito irracional de satisfacción (¡Amanecer, amanecer!) ante la llegada de la mañana, la complicidad afectiva del ser humano con su existencia dentro de la renovación diaria del universo, nos hacía empuñar ese grito como uno de los grandes lemas del Comité en nuestras noches melgarienses. Es, también, la poesía del más ambicioso apóstrofado: "Sol, obedece...". La poesía insiste en las magnitudes cósmicas del fenómeno que describe ("gigantesco" es su palabra), que el ser humano tan solo puede refrendar en un arrebato irrefrenable de entusiasmo. Un grito seco, antiexistencialista, confiado, digno título para una poesía de Walt Whitman.
Esta poesía de Andrés fue reproducida en el programa de las fiestas patronales del Corpus Christi del año 1999.


Amanecer (Andrés Rastrilla)

La luna ya desaparece
con el oscuro paño
que ha dado la noche.

Se abre el telón
del gigantesco escenario
y canta un gorrión
en este pequeño recitario.

La estrella amarillenta
surge en el cielo
y empieza a amanecer
un día nuevo.

¡Qué mañana empieza
ya de nuevo a caminar!
Otra vez en mi ventana
los pájaros van a revolotear.

¡Amancer, amanecer!
Llega la mañana,
deja de oscurecer,
sale el sol por la montaña.

Las luces de la mañana
rompen la oscuridad,
y el cielo se disfraza
del color del mar.

¡Amanecer, amanecer!
La naturaleza despierta
en este gigantesco umbral.

¡Sol, obedece,
hazme el favor,
ponte de nuevo a pasear!

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