
Prefiero aludir a la fotografía que ilustra este capítulo y en la que nuestro poeta aparece rodeado de tres personajes de los que procede hacer mención. Rastrilla es quien sonríe con franqueza en el centro de la foto, situado el segundo por la izquierda. Franco también es su abrazo, que pone en tensión el botón de la chaqueta hasta hacerlo casi estallar. A su derecha, empuñando una cámara de fotos, aparece quien esto escribe, y al que cabe el gran honor de poder mostrarse adherido a ese extraordinario triunvirato. A su izquierda posan sus dos grandes ídolos de entonces. El primero es Isidro, a quien Andrés admiró en su primera juventud por considerarlo el más resistente en la fiesta. De hecho, hubo épocas en que para nuestro poeta era un timbre de gloria retirarse a casa después de Isidro, por muy cansado, aburrido y soñoliento que ya estuviera. Me sorprende cómo entre su amplia obra poética no hay ninguna alusión a Isidro, con quien sigue manteniendo animadas conversaciones en El Mesón, y a veces me malicio si no será por su intensa disparidad en criterios futbolísticos. Al lado de Isidro aparece el gran Chisum, a cuya talla legendaria no pudo sustraerse la admiración de Andrés. Chisum no sólo ha sido objeto de alguno de sus poemas más celebrados, sino que ha inspirado otros con el ascendiente ideológico que siempre ha tenido sobre Rastrilla, y (lo que no es menos relevante) ha sido pieza esencial en la transmisión de su obra, pues fue quien estableció la primera copia mecanografiada que se conoce de su poemario, y de la cual yo me he servido en la elaboración de esta bitácora. Fotografía entrañable que nos evoca tantas agudas conversaciones, tantos buenos ratos de libertad radical. Esa libertad que Rastrilla reclama apasionadamente en su poema.
Gritos de un preso por la libertad (Andrés Rastrilla)
¡Soltadme, libradme!
¿Estoy aquí por algo?
¿Por qué, por qué
estoy aquí?
¡Soltadme, libradme!
Estoy aquí, en este calabozo
con muchas cadenas.
Lloro con mucho sollozo,
lleno de penas.
¡Sacadme de aquí!
¡Quitadme todos estos barrotes
de esta prisión,
que con sus sucios azotes
rompen mi corazón!
¡Quitad estos cerrojos,
que con solo verlos
me dan ganas de romperlos!
¡Soltadme, libradme!
No encuentro la salida al suplicio.
¡Abridme la puerta,
odio esta vida!
Prefiero ser una persona muerta
que da su despedida.
¡Soltadme, libradme!
¿Estoy aquí por algo?
¿Por qué, por qué
estoy aquí?
Si es así, ¡matadme!
lo prefiero, o
un arma quiero
para ya suicidarme.
No sé quién me ha metido
en esta sucia prisión,
pero sé que ha sido
alguna persona por traición.
No hay comentarios:
Publicar un comentario