martes, 20 de mayo de 2008

Triste el pueblo se queda


Volvemos sobre un tema recurrente en la poesía de Andrés, hombre muy aficionado a demorarse en la fiesta, que es el sentimiento de tristeza y de inmediata nostalgia que le producen (y él extiende a toda la comunidad) el fin de la "función". Funda su argumento expresivo en el contraste entre los sonidos y usos de la fiesta, y la radical mutación que sufre el pueblo al sumirse de nuevo en la normalidad. Aunque lo excepcional, lo episódico, lo que turba el orden normal es la fiesta, sin embargo Rastrilla nos presenta la vuelta a la cotidianidad como el verdadero elemento perturbador. Se imponen los horarios laborales, la gente acude con normalidad a sus tareas cotidianas... Todo esto para Rastrilla tiene un recóndito fundamento trágico, pues la fiesta es el estado feliz de hombre, que se asoma de manera muy eventual a él, sumido como está en un mundo de infelicidad.

Hay que insistir, para bien entender esta argumentación, en su gran pasión por la fiesta. Trasnochador impenitente, hasta profesional, tenía como timbre de orgullo ser el último en llegar a casa las noches de diversión. Vivía con intensidad el ánimo dionisiaco de la fiesta, asociado a lo que, con sus propias palabras, era otra de sus constantes: la búsqueda de su "gran amor". Amor y alegría por un lado, dura y gris cotidianidad por otro, eso es (extrapolado al pueblo como comunidad y casi sujeto físico) lo que Rastrilla nos trasmite en este poema.


Triste el pueblo se queda (Andrés Rastrilla)

Triste el valle,
cuando pasa la función.
Ya solo por la calle
camina algún señor.

Ya no oigo en la plaza
por la noche una canción.

Pueblo en fiesta querido
ahora un día después
cuando las ocho han salido
ya he cambiado de revés.

Se ha dado la vuelta
y ha cambiado de color;
se ha cerrado la puerta
de más de una mansión.

No se oyen las bocas
de aquellos chiquillos,
que con grandes goces
cantaban como grillos.

Sólo se oyen las ovejas
que con sus esquilas
alegran mis orejas.

Tractores que andan
por los caminos,
albañiles que están
en los tejados
muy arriba subidos,
colocando una teja
o poniendo ladrillos.

Triste el pueblo
queda ya,
cuando tus hijos
te dejan.

Sólo se oyen
unos pajarillos
que con su cantar
nos alegran.

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