domingo, 25 de mayo de 2008

Sueños cautivos

Tiene esta poesía la particularidad de conservarse manuscrita, firmada y datada (en septiembre de 1998). Es, por tanto, una de las poesías más recientes dentro del corpus poético que hemos ido editando en razón a la colección de poemas que obraban en nuestro poder.

Para mí supone una de sus composiciones más crípticas, de muy difícil intrerpretación. Su tema parece comprender una reflexión sobre su actividad poética, pero matizada con las inquietudes existencialistas que de cuando en vez abordan a Rastrilla. Parece hablarnos el poeta de la frustración (en un lánguido rincón de vanidades) que impone la distancia entre sus expectativas de reconocimiento y la fría realidad, o incluso en un intento por crear una obra luminosa y positiva, y el sometimiento a unos temas impuestos por una verdad áspera y desolada. Esta transición de gigante a pequeño, esos sueños atenazados, ese afán sobrado de sentimiento, esas crueles realidades..., todo ello tiñe a esta composición de pesadumbre y amargura. En la segunda estrofa es cuando más impenetrable se vuelve el poema. Aunque hay expresiones poéticas conseguidas (y arriesgadas), como soldados con cima de empeño, son como los fogonazos inconexos de las luces de los coches que atraviesan la noche, sin que se pueda trenzar una relación entre todos ellos. El tono sigue siendo de resignada asunción de la realidad y de cierto autorreproche (soñador constante de la vida ya no eres), aunque al final de la composición parece haber encontrado su sitio en el cementerio de las almas incomprendidas que dejan escrito su mensaje para otras almas gemelas que, andando el tiempo, la redimirán.

Todo lo dicho, y la fecha un tanto tardía de datación del poema, parecen hablarnos de un Rastrilla desencantado que medita seriamente dejar su actividad literaria. Sin duda, y aunque no puedo asegurarlo de manera documentada, la producción poética de Andrés sufrió una enorme merma con la llegada del nuevo siglo, y este poema parece un claro síntoma de un estado de ánimo desilusionado que acabará por desmentir el alegre optimismo de aquel valiente compromiso poético sellado dos o tres lustros antes con aquella suerte de manifiesto poético que fue "soy poeta y escritor..."

Con este interesante poema doy yo también por terminada la edición de este blog. Viene a coincidir en el tiempo, y parece algo más que una coincidencia, con la celebración de la función de Pedrosa, fecha que a Rastrilla, como hemos visto, siempre le ha llenado de alborozo y que ha vivido con tanta intensidad. Sé que la edición ha sido un tanto caótica, sin el rigor crítico que en todos los sentidos (retórico, documental, histórico...) debiera haber dedicado a esta colección de poesías. Pero, así como Andrés deja mostrar en esta última la fatiga de su ejercicio, y un cierto sentimiento de frustación, yo también siento que en esta tarea que me he encomendado, mis fuerzas y mi talento (y hasta mis posibilidades) son todos ellos limitados, y creo que no podría dar mucho más de sí.

Con todo, y ya a modo de despedida, me gustaría que el ocasional lector de todas estas líneas (las que forman versos, núcleo de estas páginas, y las amontonadas en prosa) fuera indulgente, supiera valorar las circunstancias, motivaciones y pretensiones que tuvieron todas ellas, y no saque conclusiones malsanas. Rastrilla y yo compartimos una visión de la vida en la que ésta no se puede tomar de todo en serio, rodeada como está de abismo e incerteza, y sitiada tantas veces por el dolor y la amargura. Nos ha gustado construir especulaciones en el aire, mundos paralelos que la realidad no puede mancillar, porque no pertenecen a su severo dominio. Un mundo inasible construido alrededor de la Pedrosa de nuestra infancia, de ese reino mitológico del que todo lo que aquí se dice es tributario, de esa escuela, de ese río, de esas calles por las que aún sentimos tanta devoción.

Y para acabar, esta bitácora es algo así como eran las escaleras del frontón, bajo la sombra de las acacias, donde antes de comer afluíamos todos para charlar un rato, hacer planes o recordar algún episodio de nuestra breve historia. Este lugar está abierto con la misma hospitalidad a todo aquel que quiera sumarse a nuestra tertulia. Entre todos podemos crear, desde las poesías de Andrés, unas grandes escaleras virtuales, a la sombra de las acacias, justo antes de ir a comer.


Sueños cautivos (Andrés Rastrilla)

El tiempo atenaza mis sueños
en un lánguido rincón de vanidades.
El personaje gigante se hace pequeño
por estar perdido en el tiempo
con cartas que siembra el pensamiento
y afán sobrado de sentimiento
de poemas sordos pensados en crueles realidades.

Soñador constante de la vida ya no eres.
Signo endeble, pero tus versos son vida, son tiempo.
Clavado en eternos libros viejos
soldados con cima de empeño
por mentes bravas que llenan un sípido aliento
colgadas en ese gran pedestal.

La pluma su espada y su señal,
y en la mente su alma gravada
que une las manos libre de todo este manjar.

Sueña y sigue soñando
poeta cautivo, ¿adónde vas?

Voy a recitar unos versos
para almas poéticas que con el tiempo,
aunque en tierra estén hundidas
sus joyas poéticas hablando están.

sábado, 24 de mayo de 2008

Castrojeriz, fueros alardes de grandeza


Este poema fue publicado en el programa de las fiestas de San Juan de Castrojeriz, aunque el estado fragmentario del mismo me impide saber de qué año exactamente. Es bien sabido que Rastrilla lleva más de una década atendiendo en El Mesón de Castrojeriz, y que (aunque pernocte en Pedrosa), este lugar se ha ido convirtiendo poco a poco en su escenario vital. Andrés ha superado la añeja rivalidad entre nuestros dos pueblos, miopía tan propia de lugares comarcanos, reconociendo el abolengo histórico de la rancia villa jacobea y cantándolo con admiración y rendimiento. Tal vez haya incluso desborado su entusiasmo, tratando de transmitir una sensación de grandeza épica que atenaza al poema en una retahíla de apelaciones gloriosas sin demasiada originalidad ni sustancia.

La condición de hito jacobeo de la villa, así como su patrimonio artístico, focalizado (por el aire marcial que le quiso dar al poema) en su arruinado castillo, son los argumentos que sostienen las ambiciones heráldicas de su descripción.

Hay quien ha desacreditado este poema por la soprendente alusión a un "alijo" que se produce a su final, y abusando de las resonancias delictivas del término, ha hablado, incluso, de un texto en apología de la droga, o cosas por el estilo. Téngase presente que, de acuerdo con la RAE, el término, en su primera acepción, significa la acción de alijar, es decir, aligerar o aliviar la carga de una embarcación, o desembarcar incluso toda la carga. Esta carga no tiene por qué ser un artículo de contrabando o ilegal, aunque nada ayuda la asociación del adjetivo con el término "esconder".


Castrojeriz, fueros alardes de grandeza (Andrés Rastrilla)

Austero imperio, triunfante
por tu histórico valor,
abuelo jovial constante,
tu casta alza la bandera del furor.

Testigo del caminante
coloso en sabiduría y esplendor.
En tu sello cabe la gloria
del osado peregrino.

Cansado e inquietante,
que la estela del camino
con su apóstol en la memoria
le haga llegar allí triunfante.

Aquí siento la euforia.
No se cierran los recuerdos
a tí: huella por tus iglesias,
reliquia por tus monumentos.

Al honor entre ti
la voz de ayer
un surtidor de poder.
Y por hoy sí;
repaso en el pensamiento,
que alguien más te ha de querer.

Así lo dice el visitante,
y el turista extranjero,
que eres histórico semblante,
pero ansiado compañero.

En ti pasando flamante,
por siempre versos del honor
plasmando en destello de valor,
por ti Castilla siente su sangre.

En Burgos, posada y cobijo,
Castrojeriz, aquí se esconde un alijo
lleno de altura y valor.

viernes, 23 de mayo de 2008

Unos versos para una villa


Entre los papeles mecanografíados que tengo en mi poder, apareció una hoja manuscrita que contenía esta composición. Vuelve Rastrilla a uno de sus temas predilectos, el de la venturosa mutación que sufre el pueblo en fiestas, y, cuando éstas acaban, la tristeza y el desaliento que invaden la vida cotidiana, sólo paliados por la ilusión que empiezan a despertar las expectativas de la próxima fiesta. En este caso, Andrés comienza por una descripción del entorno geográfico, mencionando a los pueblos comarcanos sin ninguna valoración de los mismos. Luego alude a uno de los rasgos que confieren identidad a nuestra comarca, el ser atravesada por la milenaria ruta jacobea. Tan milagrosa como el río Nilo atravesando un enorme desierto es esta corriente de cosmopolitismo que cruza por nuestros campos, tan hechos a la soledad, el ensimismamiento y el abandono. El contraste entre estos dos principios (el despoblamiento, el pesimismo y la decadencia frente al instinto de aventura, de fe, de juventud y de esperanza) no pasa desapercibido a nuestro poeta. Menciona también Andrés el Aro, pequeño otero pedregoso que da nombre a esta bitácora y que es pieza clave en el escenario sentimental de cualquier pedroseño, pues siempre que un labriego levantaba la cabeza de su tarea era muy probable encontrarse con el eterno y cansado perfil de nuestra modesta cumbre.
Contextualizado espacial y sentimentalmente el pueblo, se entrega de nuevo nuestro poeta a la evocación subjetiva de la fiesta, que ya hemos comentado en poemas anteriores, y que sería tedioso volver a repetir. Tal vez el único rasgo novedoso sea la confesión de espontaneidad que contienen los últimos versos, y el de ser su poesía labrada a golpe de inspiración: Otro año, si Dios quiere, / un nuevo poema despertará. Aunque a veces está condición le reste perfección formal, otras le infunde el aire fresco de un ventarrón incontrolado.

Unos versos para una villa (Andrés Rastrilla)

Entre tierras de Burgos y Palencia
se encuentra Pedrosa:
del Príncipe, para más señas.

Campos de regadío,
páramos y áridas tierras:
Valbonilla, Hinestrosa y Astudillo,
aguas del Odra y del Pisuerga.

Cercanos al Camino de Santiago
los dos Iteros vienen cayendo;
con mochilas y bicicletas
españoles, extranjeros de lejanas tierras;

camina inquieto el peregrino
siguiendo la senda de su destino,
detrás del cotorro del Aro.

Pronto un sueño empieza a andar.
La plaza del Rejoj se viste de fiesta,
un nuevo sentido toma este lugar.

Parpadea el banderín al son de la orquesta
y unas barracas alegran
a una villa que se sentía muerta.

Misa solemne matinal,
tiro al plato, aperitivo y catas de vino
en el Cotorro Quitapenas,
tuta y pelota en el frontón,
disfraces para los nenes y las nenas.

Corpus Christi y la Octava se acabó.
el lunes todos hacen su faena:
la juventud a descansar de la resaca
que en Castrojeriz San Juan nos espera.

Y para el mes de Agosto,
que se hace largo, pero viene pronto,
una nueva fiesta veraniega.

Esto no es todo de este pueblo,
más me queda que contar.
Otro año, si Dios quiere,
un nuevo poema despertará.

jueves, 22 de mayo de 2008

El nuevo sello del amor


Nunca agradeceré lo bastante a Andrés el haber aceptado la invitación para componer y recitar una poesía en la celebración de mi boda, allá por marzo del 96. Poesía mejorada con una adición preliminar debida a Chisum, que logra evocar de manera entrañable nuestros comunes recuerdos de infancia. El recitado de su poesía fue un emocionante homenaje a la amistad que en su día tanto cultivamos, y fue sentidamente ovacionado por todos los que estaban presentes en el torreón del Infantado de Potes. El poema consiguió lo que pretendía, rescatar por un instante algunas sensaciones que creíamos ya sepultadas por la nostalgia o el olvido. Hay que decir, en descargo de algunas deficiencias del poema (las tópicas apelaciones a Cantabria como tierra de poetas, o el carácter un tanto sacramental del "sello" que Andrés utiliza como pintoresca imagen para una unión matrimonial), que la composición, por circunstancias que no vienen al caso, fue un poco apresurada.

Y como una imagen es capaz de contextualizar un evento mejor que la descripción más detenida, bastará con contemplar la fotografía del poeta en pleno acto declamatorio para hacerse una composición de todo lo dicho.

Introducción

Pasaron ya nuestros tiempos dorados de la infancia
en los que éramos felices, cándidos e inocentes.
Pasaron ya nuestros tiempos escolares
en los que, juntos, aprendíamos a leer y escribir.

Ya pasaron nuestros tiempos fantásticos
en los que jugábamos al fútbol con una botella de lejía,
en los que celebrábamos las olimpiadas con las chapas de las botellas,
en los que íbamos con nuestras latas de moledero en moledero,
y en los que recorríamos, vertiginosamente, las calles del pueblo
con nuestras endiabladas bicicletas, arrastrando ruidosas latas.

Pasaron ya aquellos tiempos de lucha y exaltación
en los que exigíamos la liberación de Nelson Mandela
y cantábamos el amor a la mujer.

El tiempo, el tiempo, escribió el gran Borges, es la materia de la que estamos hechos.

Pero la amistad, nuestra amistad, la amistad que hoy nos ha congregado,
ha resistido al paso inexorable del tiempo.


El nuevo sello del amor (Andrés Rastrilla)

Podréis creer:
invitados todos
a este gran acontecimiento,
el buen amigo aún sigue despierto.

Por los cielos de Cantabria,
tierra de poetas,
vengo a casar a mi amigo de siempre,
el más amigo, y el más rebelde.

Entre el botón que cierra
el abrigo del crudo invierno
y el nuevo ojal que trae la florida primavera,
se abre una nueva unión,
ojalá de felicidad y de sabia nueva.

Entre Cantabria y Asturias
tierras verdes son bandera
en lo más cerca del mar
las olas traen un poema.

En lo más alto de esta tierra verde,
en los Picos de Europa,
donde los más grandes sueñan despiertos,
un gran sello se pega hoy a esta tierra,
un sello de los más fuertes,
de los que nunca se despegan.

En Cantabria, la más alta,
juntamos hoy nuestras copas,
en lo más bello de esta tierra,
un gran día nos sonroja.

Que juntos, los dos,
seáis la gran noria,
con las mayores vueltas del amor,
la experiencia acopiar,
la mejor música, la mejor música,
que seáis la pareja más alegre
y mejor comprometida.

Y sin más demora termino este escrito,
deseándoos el mejor sello del amor,
y, sin más termino este canto,
y os agradezco vuestra invitación
con la más tierna sonrisa
(gracias, Gerardo; gracias, Marisa).

miércoles, 21 de mayo de 2008

Morir hoy

Las amarguras existencialistas emergen en esta poesía de Rastrilla casi con furia, y con un acento mucho menos resignado del que hemos contemplado en otros poemas de similar inquietud temática. Su comienzo es impactante, pues acude a la sintaxis menos elaborada posible (un infinitivo y dos adverbios) para trasmitir ideas elementales con el mayor primitivismo (y fuerza). Un lenguaje atávico para un sentimiento atávico, el instinto de supervivencia sin ningún matiz ni religioso ni filosófico. Un grito casi animal.

Con todo, el arranque se ve desmentido poco después por la evidencia de nuestro ser perecedero, de donde surge la dolorosa síntesis vivo ahora / pero estoy muerto, pues la certidumbre de morir es casi lo mismo que la propia muerte, siendo la vida una especie de fantasmagórica tregua entre dos nadas. Con todo, esta reflexión filosófica se disipa según avanza el poema, que vuelve a un tenor más terrenal, volviendo a rechazar a la muerte (y, ¡cómo no! apostrofándola) con unas formas de desesperación ingenua.

Morir hoy (Andrés Rastrilla)
Morir hoy, ¡NO!
Mañana es cierto;
un dilema cada día,
palabras claves de un pensamiento.

Vivo ahora,
pero estoy muerto
y mi luz se apaga,
lenta y perdida.

Un tesón de mi mente
está aún despierto
y piensa en esto
con palabras de melancolía.

Mis palabras son sonoras,
hablan por sí mismas;
alguien cae día a día
alguien muere a todas horas.

¡Ya se visten de luto!
Es, además, un culto
religioso y adyacente.
Es en sí la muerte
lema de pensamientos duros.
Estaba mal,
se encontraba en apuros.
Dejó aquél
cien mil duros.
Pero tapole la tierra
con una inmensa niebla
y descubrió aquella persona
que es ya algo inerte.
Soy joven,
tengo estos pensamientos
oscuros y en versos.
¡No quiero perderte,
ni a ti ni a nadie!
¡No quiero conocerte,
vivo aún,
no quiero la muerte!

martes, 20 de mayo de 2008

Triste el pueblo se queda


Volvemos sobre un tema recurrente en la poesía de Andrés, hombre muy aficionado a demorarse en la fiesta, que es el sentimiento de tristeza y de inmediata nostalgia que le producen (y él extiende a toda la comunidad) el fin de la "función". Funda su argumento expresivo en el contraste entre los sonidos y usos de la fiesta, y la radical mutación que sufre el pueblo al sumirse de nuevo en la normalidad. Aunque lo excepcional, lo episódico, lo que turba el orden normal es la fiesta, sin embargo Rastrilla nos presenta la vuelta a la cotidianidad como el verdadero elemento perturbador. Se imponen los horarios laborales, la gente acude con normalidad a sus tareas cotidianas... Todo esto para Rastrilla tiene un recóndito fundamento trágico, pues la fiesta es el estado feliz de hombre, que se asoma de manera muy eventual a él, sumido como está en un mundo de infelicidad.

Hay que insistir, para bien entender esta argumentación, en su gran pasión por la fiesta. Trasnochador impenitente, hasta profesional, tenía como timbre de orgullo ser el último en llegar a casa las noches de diversión. Vivía con intensidad el ánimo dionisiaco de la fiesta, asociado a lo que, con sus propias palabras, era otra de sus constantes: la búsqueda de su "gran amor". Amor y alegría por un lado, dura y gris cotidianidad por otro, eso es (extrapolado al pueblo como comunidad y casi sujeto físico) lo que Rastrilla nos trasmite en este poema.


Triste el pueblo se queda (Andrés Rastrilla)

Triste el valle,
cuando pasa la función.
Ya solo por la calle
camina algún señor.

Ya no oigo en la plaza
por la noche una canción.

Pueblo en fiesta querido
ahora un día después
cuando las ocho han salido
ya he cambiado de revés.

Se ha dado la vuelta
y ha cambiado de color;
se ha cerrado la puerta
de más de una mansión.

No se oyen las bocas
de aquellos chiquillos,
que con grandes goces
cantaban como grillos.

Sólo se oyen las ovejas
que con sus esquilas
alegran mis orejas.

Tractores que andan
por los caminos,
albañiles que están
en los tejados
muy arriba subidos,
colocando una teja
o poniendo ladrillos.

Triste el pueblo
queda ya,
cuando tus hijos
te dejan.

Sólo se oyen
unos pajarillos
que con su cantar
nos alegran.

lunes, 19 de mayo de 2008

Evolución del carro


Hay que reconocerlo. En este poema abusa Rastrilla de su recurso más célebre, que podríamos llamar "último verso fugitivo", o algo así. Ya hemos comentado alguna vez la querencia de nuestro poeta por buscar al final de la composición un desenlace que nos descoloque, una abrupta desviación del hilo argumental que irrumpe de manera surrealista, y que provoca en el lector una enorme sensación de desconcierto, pues, acabado el poema, no queda espacio para reinterpretarlo, para tratar de buscar un engarce lógico a esa expresión. Hay quien sostiene que este recurso no es sino una tosca sujección a la rima. Yo creo que no es así, porque si así fuera, su uso sería indiscriminado a lo largo de todo el poema, y sin embargo se manifiesta con contundencia e intención al final del mismo. ¿Qué sentido tiene la "nueva pastilla" que saborea el agricultor? Es cierto que este poema, cuyo título sugiere la disciplina de la exposición de un museo antropológico, se muestra muy caótico en su sintaxis, cargada de solecismos y expresiones frustradas. Tampoco las asociaciones de ideas se someten a una disciplina racional (dando ya por amortizado el agresivo efecto disonante del último verso).

Pero también es cierto que el poema homenajea con sinceridad y ternura a los labradores que vivieron el tránsito de la tracción animal a la mecanizada, con toda la revolución que ello supuso en artefactos, usos y denominaciones. Cambios (también se intuye en su poesía) que tardaron en descargar la dureza del trabajo del campo en aquellos años difíciles.

La fotografía que ilustra esta entrada bien podría ser una tertulia en la que se estaría hablando de alguna de estas composiciones. De izquierda a derecha, José Gabriel es quien mira desafiante al fotógrafo; le sigue Chisum, que en apariencia está haciendo uso de la palabra. José Antonio parece dispuesto a apostillar algo de lo que dice su buen amigo y vecino. Ratrilla ofrece un gesto reconcentrado, meditativo, digeriendo sin duda alguna de las agudas reflexiones de Chisum. El Reverendo parece tener la mirada perdida, aunque tal vez esté atento a un posible comentario de Rastrilla. Un tanto ajeno a la conversación está Lorenzo, con seguridad entretenido en otros pensamientos.

Evolución del carro (Andrés Rastrilla)

Tornábase en el tiempo
para luego andar,
con un redondel
en los dos centros
recorriendo toda Castilla,

y por dentro un panel
formando una guardilla.

Pues por adentro
les ha de poner
cuatro sacos de trigo,
caminando por el camino
los quiere moler
(me contaba el campesino).

Me acordaba del aparato
y de tanto pensar
sin más
y de cualquier manera
hice otro retrato:

llamábase entonces galera,
que pesaba mucho más
y subía con más peso
por toda la ladera.

Allí recorre Castilla
lo enganche el tractor,
sin una borriquilla
y soy otro agricultor
que ahora saborea
una nueva pastilla.

domingo, 18 de mayo de 2008

No quiero conocerte


Hasta donde yo sé, Rastrilla ya ha abandonado su actividad poética. Ahora, y salvo por algún requerimiento especial, como componer una poesía para un acontecimiento concreto o para ilustrar algún programa de fiestas, nuestro poeta no mantiene una actividad creativa comparable a la de hace veinte o veinticinco años, tiempo al que se remontan el grueso de las poesías reproducidas en este blog. No sabemos, por tanto, si su poesía tendría un recorrido largo y diverso, si alcanzaría una madurez creativa, o si ya había encontrado su techo y nunca saldría de los temas y formas que hemos tratado de analizar apresuradamente.

Ya hemos comentado la querencia de Rastrilla por temas que podríamos incluir en un existencialismo de amplia acepción. En este tema apostrofa a la muerte (¡No quiero conocerte!) de una manera bastante peculiar, pues describe esencialmente su vecindad con las personas que están a punto de morir, creando una vaga (y tenebrosa) presencia que recorre todo el poema. También se destaca su caracter azaroso (dentro del miserable plazo dado a los humanos como límite fatal), contemplando la arbitrariedad de la muerte como una subasta. Por lo demás, en lo negro de su vestimenta o lo sangriento de sus conontaciones (surtida de sangre), Rastrilla no hace más que insistir en la iconografía más tópica de la vieja e implacable Tánatos.

No quiero conocerte (Andrés Rastrilla)

Vestida con traje negro
entras dentro de una vida.
Silenciosa en tus pasos fieros
me has sacado por la puerta de salida.

No quería yo encontrarte
ni por aquí ni por allá,
ni en ninguna parte.

Vestida te veo día tras día
acabando con algún herido;
tú que llegas acaecida
quemando toda la alegría
siempre con un fuerte latido.

Silenciosa entrabas en la puerta
de aquel anciano
arrastrando por tu cuenta
todos sus años pasados.

Señalando tu huella
con un tinte rojo fuerte,
dejando siempre una mella

¡No quiero conocerte!

Sin querer, cada día,
y de cualquier manera,
apareces surtida de sangre
con alguna persona malherida
que ha perecido en la carretera.

Con armas, con sangre,
por fuego ardiente,
subastando entre la gente.

En rincones vacíos,
o corazones deshechos,
aparece descarriada
sin dejarnos más envíos
nos has dado fuerte pisada.

Con muchos dolores,
o sin ninguna palabra
por culpa de amores
o de una pena callada.

sábado, 17 de mayo de 2008

Duelo en el redondel

Hay que partir del dogma de que nada está totalmente a resguardo de la inspiración de Rastrilla. Su universo temático, que observa preferencias, como es natural, y en el que se sienten corrientes profundas bastante estables, se muestra muy variopinto. En este poema, por ejemplo, presta su atención a las corridas de toros, cuestión de honda raigrambre literaria (me viene caprichosamente a la memoria el Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías), pero que nunca hubiera creído objeto de su interés. Seguramente atraído por el indudable atractivo trágico que para cualquier artista tiene un duelo a vida o muerte que está basado en unas normas estéticas, deplore o no la sustancia del rito, Rastrilla apura el desenlace sangriento, pues fija su atención en una cogida a muerte.

No sé precisar la fecha de composición de este poema, pero creo que no es ajeno a la enorme conmoción que en su día ocasionó la muerte del torero Francisco Rivera Pérez, Paquirri, sucedida el 26 de septiembre de 1984 en Pozoblanco.


Duelo en el redondel (Andrés Rastrilla)

Llena se encontraba la plaza,
ansiosos todos por ver el duelo
en este grandioso redondel
entre el toro y el torero.

Ya sale el primero, fuerte y avispado;
al torero, con rojo capote,
le embiste muy encrespado.

Empieza ahora la lucha a muerte,
sale el animal a la caza,
y el torero se hace el fuerte
para ser aplaudido en esta plaza.

Ábreme en tu sacrificio,
grita mudo el torero a Dios;
que no manche esto de sangre
te lo pido por favor.

Interesante se pone la pelea
pues el de la montera
hoy sabe muy bien torear,
y el toro embiste de cualquier manera
para ver si lo puede atrapar.

Ya corre el rojo en la plaza,
la gente empieza a gritar,
el torero ha sido cogido por la espalda
cuando salía a la zaga por detrás.

¡Adiós a este mundo desdichado!
pues ya no puedo vivir más,
si el pitón fuerte me ha clavado
y corre en grifo la sangre.

Aunque llegue pronto al hospital
nadie, nadie la podrá parar.
En el duelo, perdido el torero,
ya no le vemos más torear.

Por eso quiero cantar, y dejar
estas memorias en el recuerdo.

Las palomas

Este poema, en el que Rastrilla hace nuevo tributo a la admiración que le provoca el orden natural, no deja de ser un tanto confuso. Parece sostener dos referencias, una a las palomas, de las que destaca su porte y elegancia, tanto en vuelo como en la tierra, y otra a la magnificiencia del gran escenario natural que pueden contemplar en su vuelo. Sin embargo, esta interpretación parece verse refutada por la expresión "despojos", repetida dos veces y que no casa muy bien con una percepción idealizada del entorno natural.

Por otro lado, y a diferencia de otros poemas estudiados, no encontramos en éste ningún sentido alegórico, lo que dificulta aún más la interpretación correcta de las aparentes incoherencias sobre las que hemos llamado la atención. Y eso a pesar de la comparación "como muchas personas / que desfilan sobre un escenario", que parecería sugerir una cierta conexión fabulística entre el mundo animal y el humano. Rastrilla hace también uso de sus abruptas apelaciones al lector (Mira aquí y abre los ojos), así como la inopinada irrupción de la primera persona (contemplo esta gran belleza), rasgos ambos tan característicos de su poesía, acostumbrada a esos recurrentes cambios de perspectiva personal.

Las palomas (Andrés Rastrilla)

Como muchas personas
que desfilan sobre un escenario,
así vuelan las palomas
por encima del campanario.

Se vislumbra ante nuestros ojos
la gran e insigne grandeza
de estos grandes despojos
que ha dejado la naturaleza.

En el cielo su volar
tímido, suave y vibrante,
y sobre el tejado su caminar
con un hermoso talante.

Con un alegre pasear
contemplo esta gran belleza,
y me paro para observar
toda esta grandeza.

Mira aquí y abre los ojos,
contempla esta insigne belleza
de estos bonitos despojos
que ha dejado la madre naturaleza.

viernes, 16 de mayo de 2008

Soledad


Confieso que me faltan claves biográficas para acometer cabalmente el comentario a algunas de las poesías de Rastrilla. Y que, por tanto, a veces me siento muy poco autorizado para escribir estas consideraciones que, espero de todo corazón, no incomoden a nuestro admirado poeta. La distancia física que ahora nos separa no me facilita la imprescindible labor crítica de repasar con él cada uno de sus poemas, y recabar de su memoria una contextualización lo más exacta posible. De ello puede servir de ejemplo la siguiente composición, en la que Andrés manifiesta un abatido estado de ánimo, ahogado en un sentimiento de soledad del que no conocemos la causa.

Cuesta creer, conociendo al personaje, que la profunda tristeza que evocan sus versos, el estado depresivo que inspira tales reflexiones, procedan de un sentimiento sincero, y más podría parecerer la típica melancolía impostada para ensayo poético que tanto predicamento tuvo en la poesía romántica maldita, o en los languidos epígonos modernistas. No conozco en Andrés períodos de aislamiento como el que describe, ni voluntarios ni siquiera inducidos por una circunstancia externa.

Soledad (Andrés Rastrilla)

Triste estoy de verdad
entre estas cuatro paredes;
se apodera de mí la soledad,
pues con ninguna persona
puedo yo hablar.

Callados están los rincones,
y varios en la nada;
no puedo contar mis dolores,
se me cierra en sí la esperanza.

Siento un gran vacío
en este pequeño rincón;
triste estoy sin un hilo
para entablar comunicación.

Esperanza tengo cada vez más
de que alguien pueda llegar.
¡Abridme la puerta de una vez,
pues solo aquí no quiero estar!

Rómpase ya la soledad,
triste tengo el corazón,
pues más tiempo no quiero estar
encerrado en esta habitación.

jueves, 15 de mayo de 2008

Gritos de un preso por la libertad

No estoy muy seguro de si la poesía a la que está dedicada esta entrada es alegórica (y Rastrilla hablaría de alguna situación concreta de su biografía en que sintió trabada su realización personal) o se trata de un puro sentimiento de solidaridad con la triste condición de los presos, al estilo de Don Quijote cuando su espiritu libertario le movió a soltar de sus grilletes a Ginés de Pasamonte y los demás condenados a galeras, custodiados por la Santa Hermandad.

Prefiero aludir a la fotografía que ilustra este capítulo y en la que nuestro poeta aparece rodeado de tres personajes de los que procede hacer mención. Rastrilla es quien sonríe con franqueza en el centro de la foto, situado el segundo por la izquierda. Franco también es su abrazo, que pone en tensión el botón de la chaqueta hasta hacerlo casi estallar. A su derecha, empuñando una cámara de fotos, aparece quien esto escribe, y al que cabe el gran honor de poder mostrarse adherido a ese extraordinario triunvirato. A su izquierda posan sus dos grandes ídolos de entonces. El primero es Isidro, a quien Andrés admiró en su primera juventud por considerarlo el más resistente en la fiesta. De hecho, hubo épocas en que para nuestro poeta era un timbre de gloria retirarse a casa después de Isidro, por muy cansado, aburrido y soñoliento que ya estuviera. Me sorprende cómo entre su amplia obra poética no hay ninguna alusión a Isidro, con quien sigue manteniendo animadas conversaciones en El Mesón, y a veces me malicio si no será por su intensa disparidad en criterios futbolísticos. Al lado de Isidro aparece el gran Chisum, a cuya talla legendaria no pudo sustraerse la admiración de Andrés. Chisum no sólo ha sido objeto de alguno de sus poemas más celebrados, sino que ha inspirado otros con el ascendiente ideológico que siempre ha tenido sobre Rastrilla, y (lo que no es menos relevante) ha sido pieza esencial en la transmisión de su obra, pues fue quien estableció la primera copia mecanografiada que se conoce de su poemario, y de la cual yo me he servido en la elaboración de esta bitácora. Fotografía entrañable que nos evoca tantas agudas conversaciones, tantos buenos ratos de libertad radical. Esa libertad que Rastrilla reclama apasionadamente en su poema.


Gritos de un preso por la libertad (Andrés Rastrilla)

¡Soltadme, libradme!
¿Estoy aquí por algo?
¿Por qué, por qué
estoy aquí?

¡Soltadme, libradme!
Estoy aquí, en este calabozo
con muchas cadenas.
Lloro con mucho sollozo,
lleno de penas.

¡Sacadme de aquí!
¡Quitadme todos estos barrotes
de esta prisión,
que con sus sucios azotes
rompen mi corazón!

¡Quitad estos cerrojos,
que con solo verlos
me dan ganas de romperlos!

¡Soltadme, libradme!
No encuentro la salida al suplicio.
¡Abridme la puerta,
odio esta vida!

Prefiero ser una persona muerta
que da su despedida.

¡Soltadme, libradme!
¿Estoy aquí por algo?
¿Por qué, por qué
estoy aquí?

Si es así, ¡matadme!
lo prefiero, o
un arma quiero
para ya suicidarme.

No sé quién me ha metido
en esta sucia prisión,
pero sé que ha sido
alguna persona por traición.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Pasajero del tiempo

Vuelve Andrés en Pasajero del tiempo a las inquietudes existencialistas a las que, de tanto en vez, dedica su atención poética. En este caso nos transmite la desorientación que todos hemos sentido alguna vez al reflexionar sobre nuestra relación con el tiempo, nuestra falta de anclaje en una dimensión infinita e incomprensible. Las dudas sobre el tiempo son dudas sobre nuestra propia existencia (si vivo ahora, o vivo nunca). La imposible catalogación del tiempo hace que vivamos atrapados en una viscosa sensación de futilidad, la membrana a la que Rastrilla hace alusión y que nos impide emanciparnos de nuestra evanescente condición humana.

Llama la atención que el poeta, en otras ocasiones tan devoto del tradicionalismo católico, cuando ahonda en la esencia del ser humano, no haga la más ligera alusión a algún tipo de consuelo espiritual, demostrando un afiebrado existencialismo.

Para transmitirnos esa angustia opta de nuevo por una expresión infantil, deliberadamente ingenua, en que relaciona el carácter inasible del tiempo con la huidiza condición del pensamiento.

Pasajero del tiempo (Andrés Rastrilla)

Desde el año que nací
aún no me encuentro
ni sé cuánto viví.

Pasen horas, días,
pasen semanas, meses,
pasen muchos años.

Estoy perdido en el tiempo,
no encuentro en mi pensamiento
si vivo ahora
o vivo nunca,
si es noche o es mañana.

Estoy perdido en una membrana.

Sigo vagando con el tiempo
sin saber cuándo acaba el viaje,
y llevo cargado en mi pensamiento
todo lo que es mi equipaje.

No sé si ha pasado un día
o han pasado cientos.
soy un pasajero del tiempo
mendigando un futuro incierto,
sin tampoco saber
si estoy puesto como un cimiento
ni cuánto camino hay por recorrer.

martes, 13 de mayo de 2008

Soy poeta y escritor

El éxito de Por el amor de una mujer, y sus sonados "problemas de censura" produjeron en Rastrilla, al mismo tiempo, un refuerzo de su convicción poética y la necesidad de defendense argumentadamente de algunos dicterios y malentendidos que la difusión de aquella poesía le había causado. El orgullo de ser poeta y la vindicación de esta condición, junto con la defensa de su libertad de palabra, siempre usada sin mal propósito, son los fundamentos de la que será su poesía más célebre, tantas veces recitada que no habrá en Pedrosa y alrededores quien no sepa seguir de memoria a su primer verso: Soy poeta y escritor...

Aunque Rastrilla haya negado esa inspiración, es inevitable evocar a Machado y su famoso patio de Sevilla, donde crece el limonero. El autorretrato del poeta sevillano, trazado con una tierna ironía que destila humanidad en todos sus versos, es un referente inexcusable para todo aquel que quiera componer un resumen autobiográfico en forma poética en lengua española. Salvando todas las distancias que haya que salvar, este poema también transmite humanidad y bonhomía.

La primera estrofa no necesita mayores comentarios. La acumulación de sinónimos imperfectos en gradación ascendente no es sino una catarata de palabras para afirmar su vocación, y no dejar la menor duda sobre ella. En la segunda estrofa se nos ofrece un vertiginoso resumen de su variadísimo currículo laboral, por fortuna serenado hace ya varios años, en los que trabaja de camarero en el Mesón de Castrojeriz. Esta variopinta peripecia vital, y todo el anectodario que ha desencadenado, serían objeto de, al menos, otro blog más extenso que el presente. En la tercera estrofa tenemos una alusión directa a las ampollas que en algunos despertó aquella parte de su poesía levemente satírica (o picaresca, como él preferiere que se diga) a la que ya hemos hecho mención en otros comentarios, sobre todo al dedicado a "Por el amor de una mujer". Pero por si había alguna duda de su compromiso poético, en la siguiente estrofa se encarga de disiparla, pues seguirá componiendo poesía aunque haya malos trances.

La última estrofa vale como una síntesis de toda su producción poética. En una de sus piruetas temáticas, introduce de manera abrupta el anhelo de amor que ya hemos estudiado en poesías precedentes, y que poco a poco va alcanzando rango de obsesión. Sin embargo, el dictado es sereno, hasta ligeramente irónico, al objetivarse a sí mismo como un pícaro juglar ante los demás, que no pretende otra cosa que despertar alguna sonrisa mientras busca a la dama a quien entregar versos y corazón.


Soy poeta y escritor (Andrés Rastrilla)

Soy poeta y escritor
pues hago versos y poesías
y me llena de alegría
recitar como un ruiseñor.

He hecho de todo,
he sido obrero
y hasta representante,
he trabajado en cualquier cosa
y he hincado bien el codo.

He contado hasta amores,
no quiero molestar a la gente,
y me siento indiferente,
pues no quiero malos sabores.

He compuesto de todo,
desde sátiras hasta romances
y lo hago de cualquier modo
aunque haya malos trances.

Así es este señor,
un pelín burlesco,
pero un gran soñador
y aunque sea picaresco
busco a mi gran amor.

lunes, 12 de mayo de 2008

Timidez


Antes de nada he de advertir que, en la copia de que yo dispongo, justo después de este poema aparece el título de otro ("El disfraz de la timidez") que no tiene contenido alguno. No sé nada de la suerte de este otro poema, si existió y el copista no lo transcribió por escrúpulo crítico o pereza, o si simplemente fue una intención frustrada del poeta.
Por lo que hace al contenido del poema que comentamos, es sorprendente esta declaración de timidez por parte de Rastrilla, que siempre ha demostrado su personalidad de manera harto desenvuelta. Se ha de referir, sin duda, a sus dificultades en la tarea de la seducción amorosa, según se infiere del último verso (por cierto, en el que el sentimiento amoroso cobra una casi obscena tangilibilidad: ...para palpar un AMOR). Casi me aventuro a conectar esta declaración de timidez con el episodio ya comentado del regalo de la zapatilla, y el rechazo de las dos chicas a las que festejaban en aquella coyuntura Chisum y él mismo. El hecho de que la escena que desencadenó la ruptura sucediera entre un gran grupo de amigos explicaría las apelaciones de Rastrilla a un plural indeterminado (¡Abridme las puertas!), así como la relación entre su sentimiento de timidez y el concurso de mucha gente.

Con respecto a la edición del poema, he mantenido las mayúsculas enfatizantes allí donde las he encontrado, considerando que la intesidad del clamor poético así lo requiere, aunque yo, particularmente (y por si a alguno le interesa), no soy muy partidario de esos efectos gráficos.

Creo que este poema es en el Andrés abusa de una sintaxis expresiva más sostenida (ya hemos hablado con frecuencia de de su debilidad por el apóstrofe), y es llamativo que exija en tono elevado a los demás la solución a la debilidad psicológica a la que alude. Son los demás, y no él mismo, los que deben abrir las puertas o romper las cadenas. Sea como fuere, este grito sostenido delata una dificultad sincera, y la angustia que ésta le produjo.


Timidez (Andrés Rastrilla)

¡Abridme las puertas
que tengo entre la mente!
No puedo con ellas
por ser un gran cobarde
cuando estoy con mucha gente.

¡Abridme las puertas,
juntad vuestras manos!

¡Romped las cadenas
que envenenan mis venas!

Con caídos tiranos,
con voces de cobarde
grito una y otra vez
sin palabras fijas
ya no sé ascender.

¡ABRIDME LAS PUERTAS
que estoy con dolor
las manos abiertas
para palpar un AMOR!

domingo, 11 de mayo de 2008

Cuerpo en desunión

Vuelve el tema de la ansiedad amorosa sin objeto, donde ya hemos advertido que Rastrilla adolece de la falta de una experiencia amorosa tangible que infunda pasión a sus versos. Ese disgusto teórico, un tanto abstracto, por falta de compañía amorosa, hace que la representación práctica de supuestos de rechazo aparezca de manera incoherente. En otras palabras, deseo y realidad se entreveran de manera inextricable y un tanto caótica. Este poema es buen ejemplo de ello, pues unas veces la amada es un puro anhelo (Espero la tristeza, si no te puedo hallar...), mientras que otras nos parece hablar de una persona concreta (escúchame, si no he sido sincero), en el transcurso de una acción documentable (después de aquella disputa / que tuvimos en el bar).

No es necesario advertir que en esta poesía Rastrilla extrema su recurso a la escritura automática. Se escriben sensaciones, estados de ánimo, por encima de la lógica, insistentemente saboteada. Si se aprecia esa constante en Rastrilla que es reprochar a la mujer su carencia afectiva, y reaccionar de manera en absoluto resignada. Se castiga a sí mismo con brutalidad (Retuérceme la cabeza... / que se rompa la cabeza / si contigo no puedo estar.), y no es más blando con su supuesta amada (mujer suicida... / busca otro compañero, / que te dé otra lección). En realidad, Andrés manifiesta en todas sus poesías amorosas situaciones de desazón y conflicto, nunca aparece el menor atisbo de amor sereno, por muy difícil de alcanzar que éste pudiera ser.

La alusión a novelas de las que sólo se puede leer el cero se me hace incomprensible, como no sea el cero como representación de la imposibilidad, de la negación total del amor, y la novela la historia amorosa de su vida. El poema da para mucho más, me gustaría que otros críticos más atinados contribuyeran en la ardua tarea de desentrañarlo por completo.

Cuerpo en desunión (Andrés Rastrilla)

Retuérceme la cabeza
si no te puedo engañar;
árdeme en tristeza
si no te puedo atrapar.

Corazón encendido,
envuelto en un pedestal,
cuerpo herido,
porque no te quiero ayudar.

Razón eres para mí
por todo lo que te quiero;
muñeca de tapiz
válida en el mundo entero.

Cuerpo en rebeldía
por atar una unión;
la mujer suicida
con un gran corazón.

Dime tú,
si es que no te quiero
que ardan las perlas
y se queme el dinero.

Las novelas aquellas
también quiero perderlas
que con sólo leerlas
sólo leo el cero.

Escúchame ya, si no he sido sincero:
en ninguna ocasión
busca otro compañero
que te dé otra lección.

¡Espero la tristeza
si no te puedo hallar;
que se rompa la cabeza
si contigo no puedo estar!

Que venga la pobreza
si no te voy a encontrar,
después de aquella disputa
que tuvimos en el bar.

viernes, 9 de mayo de 2008

Adivinanza


Otra de la muchas cosas que hace a Rastrilla un poeta singular es su impredecible variedad temática. Lo hemos visto costumbrista cantar a la elemental alegría del pueblo en fiestas, lo hemos visto como alma anhelante de un amor imposible, lo hemos visto como cantor astral a los grandes principios del universo, lo hemos visto describiendo la rotura del cristal de una máquina de petaco... Y ahora nos sorprende con una larga reflexión sobre la naturaleza del "lógos", de esa conjunción mágica y tan difícil de explicar entre lenguaje y pensamiento. A su peculiar manera, entre infantil y desordenada, el poema aporta una inquietante disociación imposible entre el pensamiento y el ser "pensante", la tensión entre nuestra identidad profunda y la hipótesis descabellada de que ésta no puediera ser verbalizada. La compañía del pensamiento se hace abrumadora, ya sea adherida a nuestro ser (estoy en tu guarida / metido entre tu cuerpo), ya en un desgarrado enfrentamiento (te miro a ti / cuando tú me hablas). Es cierto que el planteamiento del poema como una adivinanza le resta un tanto de la solemnidad filosófica que sostenía hasta la última estrofa, pero también nos sirve para que el "narrador" del poema se identifique en primera persona y asuma la identidad absoluta entre el ser y el verbo.


Adivinanza (Andrés Rastrilla)

Más que escondido
en esta poesía
me encuentro metido
en ti en algún momento
de cada día.

Hablo en mí
pero no tengo palabras;
te miro a ti
cuando tú me hablas.

Cuando te acuestas
en la cama
contigo me despierto
por la mañana.

Corro por tu cabeza
lo mismo en alegría
que en la tristeza;
tú eres mi guía
en lo mejor
y en la maleza.

Estoy siempre metido
entre toda la gente.
Aunque tengo vida
soy también inexistente.

Viajo con la vida,
vivo con el tiempo,
estoy en tu guarida,
metido entre tu cuerpo.

Cuando tú naciste
yo empecé a existir,
y cuando mueras
yo voy a morir.

Metido aquí estoy
como en una palabra el aliento.
Porque si no sabes quién soy,
te digo que soy EL PENSAMIENTO.

jueves, 8 de mayo de 2008

Amanecer


Estamos ante una de las poesías míticas de Andrés, de las recitadas con mayor profusión en "El lustro de oro". El grito irracional de satisfacción (¡Amanecer, amanecer!) ante la llegada de la mañana, la complicidad afectiva del ser humano con su existencia dentro de la renovación diaria del universo, nos hacía empuñar ese grito como uno de los grandes lemas del Comité en nuestras noches melgarienses. Es, también, la poesía del más ambicioso apóstrofado: "Sol, obedece...". La poesía insiste en las magnitudes cósmicas del fenómeno que describe ("gigantesco" es su palabra), que el ser humano tan solo puede refrendar en un arrebato irrefrenable de entusiasmo. Un grito seco, antiexistencialista, confiado, digno título para una poesía de Walt Whitman.
Esta poesía de Andrés fue reproducida en el programa de las fiestas patronales del Corpus Christi del año 1999.


Amanecer (Andrés Rastrilla)

La luna ya desaparece
con el oscuro paño
que ha dado la noche.

Se abre el telón
del gigantesco escenario
y canta un gorrión
en este pequeño recitario.

La estrella amarillenta
surge en el cielo
y empieza a amanecer
un día nuevo.

¡Qué mañana empieza
ya de nuevo a caminar!
Otra vez en mi ventana
los pájaros van a revolotear.

¡Amancer, amanecer!
Llega la mañana,
deja de oscurecer,
sale el sol por la montaña.

Las luces de la mañana
rompen la oscuridad,
y el cielo se disfraza
del color del mar.

¡Amanecer, amanecer!
La naturaleza despierta
en este gigantesco umbral.

¡Sol, obedece,
hazme el favor,
ponte de nuevo a pasear!

miércoles, 7 de mayo de 2008

Último enfrentamiento en la liga de baloncesto

Es bien sabido que, incluso por encima de la poesía, Andrés se debe a otra pasión, su intenso forofismo por el FC Barcelona. Su afición es antigua, pues tengo guardada la imagen de un Rastrilla adolescente, casi niño, con una radio destartalada (con una alambre sucia y retorcida de antena), en la plaza de la iglesia, siguiendo una eliminatoria europea del Barça. Pero, de manera harto sorprendente, la única poesía dedicada a su gran pasión hace alusión a un partido de la liga de baloncesto (ACB) en el que esta sección del Barça ganó el título. Sorprendentemente Rastrilla, que sepamos, no ha poetizado ninguna de las dos copas de Europa de fútbol conseguidas por su amado club, ni ningún otro de sus éxitos deportivos.

El poema, que hay que confesar que es bastante malo, (demasiado forzado por la ocasión), tiene sin embargo la virtualidad de poder ser datado con precisión, por su vinculación con el hecho histórico al que hace referencia. En la temporada 85/86 el Real Madrid habia vencido al Barcelona por dos partidos a cero en la final ACB. Era el tercer título consecutivo para el Real, demasiado castigo para la afición del Barça. En la temporada siguiente, la 86/87, el Barcelona quedó primero en el grupo A1 y alcanzó la final de dicha ACB. Su rival, el Ron negrita Joventut de Badalona. El año fue muy propicio para los intereses del Barça, pues ya había logrado la copa korac ante el Limoges francés y la copa del rey ganada en Tenerife al propio Joventut por 110-102. La euforia desatada por todas las razones antedichas, y por el alto seguimiento que en aquellos tiempos tenía el baloncesto, explica que la inspiración poética de Andrés llegara a un tema tan caduco. Cabe decir, además, que, tal cual cuenta Andrés, Kenny Simpson fue la gran estrella del partido, pues a cuatro segundos del final colocó el definitivo 99-101 a favor del Barça con un triple sobre el sonido de la bocina.

Largo comentario merecería la pasión irracional que Rastrilla ha sentido y siente por el Barça. Una de sus características más llamativas es su capacidad para encajar las críticas ajenas (abundantes, teniendo en cuenta su profesión de camarero), y las insobornables tenacidad y contumacia en sus argumentos. Pero eso lo dejaremos para cuando cuadre.


Último enfrentamiento en la liga de baloncesto (Andrés Rastrilla)

Escúchenme esta noticia bona,
pues señores, ganó ayer el Barcelona.

Ante todos los espectadores
ganó el Barcelona ante el Juventut de Badalona
y dejó helados a todos los seguidores.

Simpson metió la última al cesto
pues los jugadores
Epi y Jiménez
hicieron el resto.

A los hinchas les gusta más
el entrenador del Barcelona,
Aito García Reneses,
pues dicen que es buena persona
porque entrena para meter
muchas canastas de tres.

El Barça se jugaba la papeleta
pues los hombres azulgranas
dejaron al Ron Negrita en la cuneta.

Con el Juventut de Badalona
tampoco quiero quedar mal,
pues quiero destacar
al capi, José María Maragall,
también los bases, Jofresa y Montero,
pues éste último, en las canastas de tres,
es el primero.

Hoy el Barcelona tiene otra salsa,
allí se oirá otra comparsa
que gritará: ¡Viva el Barça!
porque tú eres campeón.
¡Eres tú, Barcelona,
campeona de baloncesto,
pues así se demuestra
que sabes meter los balones
bien en el cesto!

Y me callo y basta:
el Barcelona es el mejor en la canasta.

martes, 6 de mayo de 2008

El viento


No tengo un recuerdo muy preciso de cuándo empezó Rastrilla a componer poemas. En realidad, hubo unos años que yo pasé estudiando lejos del pueblo, y en los que mis antiguos compañeros de andanzas infantiles pasaron de niños a adolescentes por el mismo arte de magia que a mí me sucedió lo mismo. En general, eran adolescentes que habían abandonado el sistema educativo, y ya se dedicaban a trabajar, lo que aceleró su inserción en el mundo pseudoadulto (chicas, bodegas, coches, dinero...). Ándrés fue uno de ellos, pero con las vías de escape que le otorgaba su sensibilidad poética, tan sorprendente en aquellos tiempos y circunstancias. El caso es que volvimos a relacionarnos cuando a mí el destino me llevó a Valladolid, y todos los fines de semana salíamos a Melgar, como se estilaba entonces.

Son esos años en que su producción poética se hace más intensa, y cuando su absoluta indiferencia para con las opiniones críticas también alcanzó su cénit. Eran esos años el último lustro de los ochenta, nuestra edad de oro (o, al menos) nuestra edad mitificada. En aquellos años menudean sus composiciones de tema diverso, y al impulso de una imperativa inspiración. Él contaba con frecuencia cómo ese arrebato lo despertaba a media noche y lo llevaba a componer una poesía, cuyo tema y estructura le venían dictados como por una fuerza superior. A mí me recordaban esas palabas a los venerables aedos griegos que se sentían inspirados (es decir, con el espíritu de la divinidad dentro de sí), y comenzaban sus poemas apelando a ese dios que hablaba por su boca: Canta, oh musa, la cólera del Pélida Aquiles... Y así fluyeron sus himnos a la mañana o al viento, poemas que apostrofan con descaro a las portentosas fuerzas naturales. Ingenuidad, franqueza, limpieza en la intención, y ese soplo sagrado de inspiración que siempre tendrá todo poeta, sobre todo cuanto se ponen a cantar al universo que los rodea. Andrés canta al viento, pero es el viento que le ha dejado este poema en el pensamiento.


El viento (Andrés Rastrilla)

En un buen día de tiempo y soleado,
entras tú como un espontáneo descarado
arrastrando y llevando todo lo que encuentras a tu paso.

Aireas como un ventilador
que ponen las mujeres por las mañanas
muy cerca de las ventanas
cuando hace un día de calor.

Acongojas a los árboles
tirándoles las hojas de primavera
que con los grandes colores
crecieron y quedaron de primera.

Con gran aínco y esfuerzo
¡se nota mucho tu aliento!
soplas con fuerza y
con mucho pudor.

¿Eres tú, viento traidor,
el que cambia el calor
y pone al día un feo color?
¿Eres tú, viento,
el que ha cambiado el tiempo
y me has dejado en mi cabeza
este poema en el pensamiento?

lunes, 5 de mayo de 2008

Tercera edad

Hay poemas en que Rastrilla, como en tantos otros, sucumbe al tópico y no logra escapar, con algunos de sus audaces artificios estilísticos, de la ramplonería. Desdichadamente, y a mi modesto entender, éste (y ya desde su desafortunado título) es uno de ellos. Es cierto que percibimos en él su bien conocida bonohomía, pero nada más podemos explotar de este manojo un tanto desordenado de versos. Ni se muestra mínimamente disciplinado en las estrofas (porque no hay compás estrófico, pero tampoco una voluntad decidida de sabotearlo, que es otra manera de hacer poesía), ni asoma ninguno de sus atrevidos apóstrofes, ni nos desconcierta algún brusco giro temático, como tanto es de su uso. A cambio tenemos una sarta de lugares comunes sobre la vejez, contemplada ésta con una beatería religiosa impropia del filo existencialista de alguna de sus composiciones. Su evocación de la infancia tampoco consigue provocar una imagen, o levantar un recuerdo nostálgico. En fin, todo creador tiene sus altibajos, y en esta poesía (por su tema, por su enfoque y por su poca osadía expresiva) tenemos al Rastrilla de bajas pulsaciones que nos encontramos de tanto en vez. Aunque, sobra decirlo, esta opinión es tan propia y tan subjetiva, que lo mejor es que se lea el poema y que cada uno opine.


Tercera Edad (Andrés Rastrilla)

Despreciados somos,
por ser los más grandes,
pues hasta los años, ya,
se nos pegan a las carnes.

Cuando vemos un niños
nos acordamos del allá,
de aquellos tiempos pasados
cuando nos miraban con cariño y no sabíamos callar.

Estamos ya de capa caída,
mujer con canas y hombre con bastón,
se nos acaba la vida,
y aunque no tenemo ganas
pronto estaremos con el Señor.

Somos la edad avanzada,
con poco pelo en la cabeza
y muchas arrugas en la cara.

¡Ya no podemos correr por las calles aquellas!
¡Ya no podemos bailar,
pues las piernas nos hacen mella!
Sólo podemos rezar al Señor y a la Virgen
para que más años nos puedan dar,
aunque ahora ya
ni los cuatro peldaños
de la escalera
podamos avanzar.

Tenemos miedo a la muerte,
que nos deje más Dios,
y que con suerte,
esperemos tarde todavía
dar el último adiós.

domingo, 4 de mayo de 2008

Desaparecido de la vida

El tema existencialista resurge con rabia en esta poesía. Es muy probable que esta composición sea una reacción directa ante la muerte de alguien especialmente estimado por Rastrilla. Pero, lejos de su primer motivo, se convierte en un grito de rebeldía y desacato contra nuestra fatal suerte de mortales. Sin duda, lo más llamativo de este poema, lo que le hace sumamente original es la absoluta falta de resignación ante la muerte. Muchos poetas han maldecido nuestra caduca condición, muchos han cargado lamentos, iras, endechas o hermosas elegias. Pero no recuerdo una manifestación de insumisión semejante a ésta. Sin embargo, como ninguna rebeldía vale contra el paciente Caronte, el final del poema plantea la eterna duda en forma de camino imposible (una puerta de salida / por la que no entraré jamás). ¿Tal vez se alude al suicidio, tal vez a la nada que espera tras la puerta? El final enigmático nos deja el eco persistente de una duda.

Por otro lado, y a pesar de su relación con el Comité (donde, justo es decirlo, no ocupó ningún cargo relevante), es fácil rastrear en algunos poemas de Rastrilla su absoluta sintonía con los valores de nuestro rancio catolicismo castellano, manifestado con saña en ese ¡Adiós a Satanás! que identifica a la muerte con el castigo. Idea interesante, por cuanto no se valoran las opciones salvíficas de la religión.


Desaparecido de la vida

Desaparecido de la vida
ya no es nadie aquí,
nos ha dado su despedida;
persona alegre en vida,
lloro más fuerte por ti.

Golpes fuertes das;
en este mundo ferviente
no eres nadie cuando te vas,
sólo una piedra inerte.

¡No quiero conocerte!
¡Quiero vivir más!
¡Adios a Satanás,
y fuera la muerte!

Eres tú un destino
al que no quiero llegar,
una puerta de salida
por la que no entraré jamás.

sábado, 3 de mayo de 2008

El corazón

Tal vez lo más llamativo de este poema sea su propio objeto, el corazón entendido como un órgano vital. Sólo en el último verso se deja entrever una orientación metafísica que, en cualquier caso, está fuera del propio corazón. Sin embargo, el corazón "está al lado del tiempo", es decir, marca el mortal tiempo vital, y por ello, "vale más que el oro". Luego debemos reconocer que la intensidad poética decrece en las dos estrofas intermedias, aunque la segunda preludia astutamente a la cuarta, que arranca de manera similar, pero que incluye el poderoso desenlace final, con su enigmático remate metafísico. El penúltimo verso (que no se siente el cras), con su dura onomatopeya, marca el hito trágico entre la vida y la muerte.

Y es que hay un Rastrilla existencialista que surge de improviso, en cualquier verso de cualquier poema, y lo hace de manera abrupta, y tal cual llega se va. No merece la angustia moderna un epigrafe sistemático en su poesía, ni se adivina como escena en la que discurre el drama de la vida humana, sino que fulgura alguna vez, dejando el eco de su estrépito.


El Corazón (Andrés Rastrilla)

Siento en mi cuerpo,
esa joya que es un tesoro
que está al lado del tiempo
y vale más que el oro.

Cuando esto se detenga,
ya sin más remisión,
hará que se contenga,
también la respiración.

En mi cuerpo siento latidos,
de esta máquina de acción,
como unos fuertes gemidos
que da un niño llorón.

Cuando esto deje de funcionar,
dará paso a la calma
y dejará ya empezar
a lo que viene detrás
que no se siente el cras
pero es el alma.

viernes, 2 de mayo de 2008

Lejos del amor

La siguiente poesía a la que prestamos atención vuelve otra vez sobre el tema amoroso. En este caso, ya despojada de toda ironía, se percibe en ella un remoto aroma a vieja canción de amigo en su brevedad, en su simpleza y su candor. Su arranque es contundente: dos aseveraciones limpias, directas, vacías de retórica se ven frustradas por una negación. El tono del poema ya está marcado, significa un deseo truncado. Su estilo descriptivo esconde una intensa pasión contenida. Este clima de desamparo se acentúa con los símiles que vienen a continuación, pues son búsquedas que siempre se culminan pero que, relacionadas con el amor, se convierten en terribles muñones. El final del poema vuelve al recurso de la imagen inconexa, tan característica de Rastrilla. La comparación parece hablar, en relación imposible, de la inecluctabilidad de las realidades vinculadas: el sol dora a la espiga de manera tierna, pero inevitable, como inevitable es la soledad del poeta. La ausencia de la amiga, se siente, como en las ancestrales cantigas gallego-portuguesas, parte de tenaz ciclo natural.

El poeta, felizmente emparejado hoy en día, siempre manifestó en los momentos álgidos de su actividad creativa un enorme afán por encontrar el objeto de su amor. Hasta donde yo conozco de su biografía, en aquellos años no conoció una relación sentimental estable, y el tenor de su poesía amorosa se comparece bien con aquella situación.

Lejos del amor (Andrés Rastrilla)

Te he esperado,
te he buscado,
no te he hallado.

Como la veleta
busca el viento,
como un perro
busca su hueso,
como un grillo,
busca su agujero,
como una mariposa
busca su flor,
así busco yo otra cosa,
que es mi amor.

Como el sol
le pone dorada a una espiga,
yo siento alejada
a mi amiga.

jueves, 1 de mayo de 2008

Así es Pedrosa del Príncipe

La venerable parresía, consustancial a la democracia ateniense, la libertad de palabra, es condición indispensable en cualquier manifestación artística, ¡cuánto más en la poesía! En este canto a Pedrosa hace Rastrilla algunas alusiones personales, y valoraciones entre localidades, tal vez no muy bien vistas por la corrección que se lleva (al modo hipócrita, bien es verdad) en estos tiempos. La alusión a Jesús o a Marcelino es benévola, hasta cariñosa; y lo mismo cabe decir de la hecha a Hinestrosa o Valbonilla. Estas dos pequeña localidades siempre han servido en Pedrosa para hacer, con un candor infantil, ventajosas comparaciones.

Por otra parte, apreciamos en este poema una constante que se hizo cada vez más intensa en la obra de Andrés, sus bruscos cambios de argumento y sus asociaciones ilógicas, que son las que rescatan sus composiciones de lo ramplón. Ejemplo de ello es la cláusula final "para resaltar este matiz", que vincula la admiración que despierta el regadío con la caza de la perdiz, estableciendo una relación explicativa ilógica o imposible. Algo de este uso deliberadamente inexacto del lenguaje tenemos en el sexto verso con el adverbio más, sin ningún fundamento léxico en la frase en que está inscrito. Lo mismo cabría decir de solecismos flagrantes como el que supone toda la estrofa que comienza en Sirva para destacar... Naturalmente está en la esencia de la poesía el poner al límite (e incluso desbordar con el arrebato de la idea o la imagen) la corrección gramatical.

Por otro lado, y para acabar, quienes somos de Pedrosa y cuentamos con algunos años, conocemos con precisión todas las menciones hechas a lugares y personas. Remache y Marcelino, con dos estilos muy diferentes de demostrarlo, abusaron del vino. Disfrutaron de la vida como supieron, y los recordamos con cariño y respeto. Del primero se me figura su breve estampa, clavada en el centro de la carretera, con la camisa desabrochada y algunos grados bajo cero, agitando la mano con solemnidad pontificia y clamando: ¡Paz en el camino! El cotorro quitapenas es la denominación castiza que recibe el recinto de las bodegas de Pedrosa y que contiene en su nombre tanta sabiduría epicúrea como no sería capaz de enseñarse en los jardines de la vieja Atenas. De las fuentes de la Corvilla y los Carrizos no queda otra cosa que su nombre. El progreso se ha llevado estas arcadias y muchas otras. Valbonilla, ya lo hemos dicho, es una pequeña población, escondida en un repliegue de los páramos, e Hinestrosa es el último pueblo que cruzamos al venir de Burgos. Todo este microcosmos nada dirá al foráneo, pero, en palabras de Rastrilla, para nosotros siempre fue otra cosa.


Así es Pedrosa del Príncipe (Andrés Rastrilla)

Cuando llegó el amanecer
de una buena mañana
entraron los rayos del sol por mi ventana
y me despertaron sin querer.

Se me ocurrió esta glosa
que se dirige más a ti, Pedrosa,
pues para mí tú eres tan grande en Castilla
que ni entre Hinestrosa y Valbonilla
te llegan a la suela de la zapatilla.

A ti te hago esta tonadilla.
Tu ermita para mí
es la más grande y más bonita
de las que hay por aquí.

Con tu regadío y tus aspersores
has hecho despertar en Pedrosa grandes clamores.
Para resaltar este matiz
digo que en Pedrosa y Castrojeriz
se caza mejor la perdiz
que en la provincia de Valladolid.

Tú, que con tus calles asfaltadas,
tu río y tu frontón,
das al pueblo una gran admiración.

Sirva para destacar
tu vino y tus bodegas
pues que se lo digan a Marcelino y a Remache
cuando bajan el cotorro quitapenas
y de vez en cuando pillan un bache.

Y para dar agua fresca
están tus manantiales.
Entre ellos está
la fuente La Corvilla y los Colmenares.

Si quiere saber alguna otra cosa
venga a visitar Pedrosa.
Yo me atrevo a decir,
que aunque no haya nacido aquí,
te quiero a ti Pedrosa
porque tú eres otra cosa.